TRUMP VISTO DESDE EUROPA
por Raúl Sanhueza Carvajal – Investigador Senior IL
Sólo la ceguera elitista pudo crear la impresión de un estrecho resultado en las elecciones presidenciales estadounidenses. Numerosos intelectuales -incluidos miembros de la derecha chilena- estaban prejuiciados sobre Donald Trump, lo que alteró sus visiones y los hizo ignorar las señales de un voto popular determinado por la economía y la inmigración.
Algo parecido ocurrió en Europa; la candidatura de Trump era considerada inaceptable por intelectuales, políticos y periodistas, y por la mayoría de los gobernantes. Por ello, fueron sorprendidos por el alcance de la victoria.
Trump no sólo ganó. Recuperó la mayoría republicana en el Senado, reforzó la mayoría en la Cámara de Representantes y obtuvo la mayoría de los gobernadores de los estados. Cuenta con los medios para hacer una política efectiva, lo que es importante, pues los presidentes han controlado el Senado o la Cámara de Representantes, pero no todo el Congreso. Ello, da una dimensión particular al triunfo.
En Europa, se ha creído ver una evolución hacia la derecha. No es eso; se trata de un rechazo de las élites de parte del pueblo y de la burguesía media estadounidense. Es cierto que la campaña ha sido violenta, pero en Estados Unidos eso es permanente; básicamente, Trump fue electo y ello es inaceptable para los periódicos europeos pro-demócratas. En 1980, cuando Ronald Reagan -el mejor Mandatario de los últimos 50 años- fue electo Presidente, con un resultado tan bueno como el de Trump, Le Monde señaló que había sido elegido un “vaquero de una película de serie B”.
Trump ha sido objeto de variadas prevenciones; se ha indicado que es irracional, con bruscos cambios de opinión, pero podría crear una sorpresa en la medida que tendrá plenos poderes para aplicar lo que quiera, donde quiera. En este sentido, un segundo gobierno de Trump representa un esfuerzo de consolidación y de crecimiento.
¿De dónde viene el fenómeno Donald Trump?
Abordaré lo que considero las principales características de Trump. Es una descripción en tiempo presente.
¿Iliberalismo? Gran parte de la Academia considera a Trump una expresión del “iliberalismo”, esto es, aquella doctrina política que, al restringir ciertos derechos y libertades civiles, o al limitar la separación de poderes, se aparta de la democracia liberal, aunque mantiene el pluralismo político y el régimen electoral. Con ello, se alude a líderes como Urban o Erdogan. Por ello, su segundo gobierno se caracterizaría por el retroceso de las lógicas de carácter liberal, y el surgimiento de un racionalismo conservador.
Sin embargo, no es claro que Trump participe plenamente en este grupo; su crítica es más específica y se dirige al orden internacional liberal, promoviendo mecanismos de control basados en la esfera nacional. Este fenómeno no se daba en la derecha desde la revolución Thatcher-Reagan, pues, en estos últimos tiempos, las críticas al orden internacional provenían de la izquierda.
En consecuencia, estamos ante una derecha y una izquierda antiglobalización, y hoy la más importante crítica viene de la derecha. Trump se inserta en una crisis de legitimidad de la globalización, que se expresa en los reproches a la Unión Europea, en la baja legitimidad internacional de los líderes europeos, y en las críticas a los acuerdos de libre comercio.
Otro aspecto de esta crítica es el cuestionamiento del multiculturalismo y de los valores cosmopolitas. La afirmación de America First engloba un retorno a los viejos principios del patriotismo, y a una cierta forma de construcción nacional, según el viejo modo estadounidense.
La crítica al multilateralismo es relevante; Estados Unidos abandonará algunas instituciones, limitará su acción en la OTAN y reducirá sus compromisos. También es posible que deje de lado la necesidad de mantener un cierto equilibrio de convivencia internacional, pues no están las condiciones económicas ni políticas para que eso sea viable.
Ello, se aplicará en la transición energética que va a ser afectada. En la práctica, terminará el reconocimiento del cambio climático como un efecto antrópico y se volverá a la teoría de los ciclos. En consecuencia, se reforzará el regreso al pasado en materia de combustibles fósiles. Ello, pese a que Trump, un defensor del climato-escepticismo, es apoyado por Elon Musk, un impulsor de la transición energética.
¿Proteccionismo? La obsesión de Trump por los aranceles lo hace ver como un “proteccionista”, crítico del libre comercio y defensor de la industria nacional. ¿Es eso cierto?
No, Donald Trump no se inspira en ninguna teoría económica, no es liberal, ni mercantilista, ni siquiera corporativista. Como ha indicado Alberto Mayol, a su respecto la frase de Groucho Marx “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”, es ilustrativa.
Su pragmatismo se expresa en el transaccionalismo. Trump tiene un enfoque pragmático que le permite eludir los alineamientos permanentes y resolver los desafíos mediante el intercambio. Desde ese punto de vista, la “protección arancelaria” cumple tres objetivos primarios: (a) Es un peaje que Trump impone a los otros países para acceder a su mercado. Trump no protege sectores económicos, porque muchos de ellos son ineficientes, sino que impone un “pase”, para vender en un mercado de tamaño mundial. (b) Además, la normativa arancelaria se ha convertido en un arma política; para Trump, los aranceles son un recurso de presión y de disciplina de otros países. (c) Esta visión trasunta un darwinismo social, donde la economía es una competencia por sobrevivir y la vida un economic reality show, entre países, y empresarios.
¿Decadencia de las izquierdas? Donald Trump es también el síntoma de la decadencia de la izquierda, de una pérdida de orientación de sus principales corrientes: (a) La vieja izquierda marxista; (b) La izquierda moderna, que pone el acento en los derechos humanos de tercera generación, y; (c) La izquierda posmoderna, orientada a las teorías de la identidad.
Estas tres corrientes no han sabido coordinarse, han abandonado la defensa de los grandes excluidos[1] y se comportan como si la pobreza y la inseguridad hubiesen sido derrotadas. Ello, ha conducido a un realineamiento de las clases sociales; los republicanos se han transformado en el partido de los trabajadores y de los inmigrantes regulares (latinos incluidos), y Wall Street y las universidades de élite, han devenido en baluartes izquierdistas.
Estados Unidos ante el mundo. Algunos autores creen que Donald Trump pondrá fin a la diplomacia. La verdad es más compleja. Estados Unidos asignará menor importancia a la política exterior y a las relaciones internacionales y será particularmente crítico del multilateralismo; sin embargo, ello no significa un rechazo a la diplomacia. Por el contrario, se puede prever un incremento de las diplomacias bilateral y unilateral.
Otros autores han aludido al debilitamiento de la OTAN, mecanismo de defensa conjunta de Occidente, en cuya virtud Europa descansa su defensa en los Estados Unidos y, es posible, que Estados Unidos deje de ser el gran defensor de la OTAN. Ucrania sería una primera prueba
Aunque algunos autores apuntan a que Trump implementaría un gran cambio en la inserción estadounidense en el mundo, en verdad, tanto él como Kamala Harris, se insertan en una evolución conceptualizada por Robert Gilpin[2], cuando sostuvo que una potencia en declive podía optar por incrementar los recursos destinados a mantener sus compromisos y su posición relativa, o reducir sus compromisos existentes para no poner en peligro su posición relativa. En este sentido, Donald Trump preside -como lo haría Harris- el repliegue de Estados Unidos.
Además, Donald Trump es el reconocimiento del triunfo chino. Trump puede vociferar, decir que hará de nuevo grande América e indicar que América está primero. Bajo la apariencia de un discurso de éxito, Trump reconoce que no hay alternativa; gracias al capitalismo, a la capacidad de producción barata y a su gran mercado interno, China se convirtió en la potencia económica global.
¿Dónde va Trump?
Aventuraré cuales creo que serán las directrices con las que actuará Donald Trump; es un ejercicio de futuro. Ello, considerando la capacidad de Trump para decir una cosa o la otra, y hacerlo con desparpajo.
Ucrania, entre Checoslovaquia y Finlandia.
Poco antes de las elecciones, Trump afirmó que llamaría a Vladimir Putin, para resolver el problema de Ucrania, y cesaría su apoyo a ese país. Se ha creído que ello significaría abandonar Ucrania.
La realidad es más compleja. Putin no felicitó a Trump; además, interrogado sobre su preferencia entre Kamala Harris y Donald Trump, Putin favoreció a Harris porque de ella se sabía lo que pensaba, mientras que con Trump nunca se sabe lo que va a hacer. Su actuar audaz e irracional afecta la planificación del otro.
Tratando de fijar los parámetros se puede prever que la acción de Trump sobre el conflicto ruso-ucraniano tendrá algunos elementos:
(a) Considerará un elemento territorial. Militarmente, Ucrania no puede recuperar los territorios ocupados por Rusia; por lo mismo, probablemente cualquier acuerdo de paz pasará por mantener el frente de combate que integra a Rusia las regiones del Donbass y Crimea (18% del territorio ucraniano).
En octubre 2024, las tropas rusas en Ucrania han realizado el mayor avance en el año y medio de guerra. El movimiento se está acelerando, ante el agotamiento y la escasez de medios de las tropas ucranianas, por lo que se puede suponer que Rusia aprovechará el intermedio hasta enero de 2025 para mejorar su situación en el terreno.
Queda pendiente el destino del territorio ruso ocupado por tropas ucranianas; es posible que Rusia aproveche el tiempo para recuperar terreno, recurriendo a los soldados norcoreanos. De esa manera, el diálogo podría concentrarse en el frente en Ucrania.
(b) Considerará la autonomía de Ucrania. Entre Estados Unidos y Rusia no sólo se hablará sobre el territorio ucraniano que pasará a soberanía rusa; también será cuestión del destino de la parte no ocupada de Ucrania. Vladimir Putin siempre ha sostenido que Rusia está en guerra para evitar que la OTAN incorpore a Ucrania como uno de sus miembros. Lo advirtió en la Conferencia de Seguridad de Múnich, en febrero de 2010, y lo ha repetido regularmente.
Por ello, es probable que, junto con asignar una parte de Ucrania a Rusia, Trump deberá concordar cual será el estatuto del Estado ucraniano superviviente. En declaraciones previas, Trump ha afirmado que no permitiría que la OTAN incorporara a Ucrania; en este sentido, una “neutralización” de Ucrania, según el modelo finlandés, es posible.
Algunos autores han insistido en la necesidad que la Ucrania superviviente mantenga su vinculación con Occidente, a través de un acercamiento a la Unión Europea. Ello, indican, evitaría que, a término, Ucrania derive en un satélite ruso.
Esta eventualidad tiene dos condicionantes. Por una parte, ella depende de lo que decidan los propios ucranianos a propósito de la suerte del Presidente Volódimir Zelenski. Por otra parte, es posible que los dos ejes (territorio y autonomía) converjan, y que el tamaño del territorio incorporado a Rusia sea proporcional al nivel de autonomía que se conceda al Estado ucraniano superviviente.
(c) Será una diplomacia bilateral, un entendimiento ruso-estadounidense y los costos del acuerdo no serán asumidos por Estados Unidos.
Sobre la base de estos elementos es posible que, a fines de enero 2025, haya paz en Ucrania y ello, pese a que algunos europeos afirmen que Europa debería reemplazar una eventual ausencia estadounidense.
Vale la pena recordar que la guerra de Ucrania ocurre en Europa, que es una cuestión europea y que Europa ha mostrado su incapacidad para tratar el desafío. Europa olvidó dos principios fundamentales: (1) Se entra a una guerra para ganarla, no para no perderla, y; (2) La guerra se paga con sangre o con dinero.
Europa ha intervenido en Ucrania para que Rusia no gane, no para que Ucrania venza y no está dispuesta a pagar el precio de esa intervención. ¿Cómo explicar que, en circunstancias que Corea del Norte tiene el PGB de sólo uno de los 99 departamentos franceses, la producción europea de obuses sea sólo el 25% de la producción norcoreana?
Si los estadounidenses cortan la asistencia a Ucrania y ejercen presión, Ucrania deberá someterse. El ejército ucraniano y los ejércitos europeos (con la excepción relativa de Francia) se equipan en Estados Unidos.
Por ello, el eventual acuerdo no será una buena noticia para Europa, que deberá ejecutar un acuerdo decidido por Rusia y Estados Unidos, sin su participación (como el Acuerdo de Múnich de 1938, cuando Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia decidieron la amputación de Checoslovaquia, mientras la delegación de Praga esperaba el resultado de las conversaciones fuera de la Conferencia).
Los efectos sistémicos de esta eventual situación son impredecibles.
Medio Oriente, en la senda del Acuerdo de Abraham. Benjamín Netanyahu es amigo de Donald Trump y cercano a su yerno Jared Kushner. De allí, algunos autores creen que Trump respaldará, sin fisuras, a Israel.
Ello, supone desconocer el pragmatismo y el transaccionalismo de Trump e ignorar que estuvo detrás de los Acuerdos de Abraham (2020), en cuya virtud Emiratos Árabes Unidos, Bárein, Sudán y Marruecos acordaron impulsar el proceso de paz y normalizar las relaciones comerciales con Israel. Paralelamente, los cuatro países anunciaron el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel.
Se esperaba que otros países se incorporaran a los acuerdos; en particular, Arabia Saudita cuya imposibilidad a acceder se debía a que no se resolvía el problema de Jerusalén como sede de los Santos Lugares de las tres religiones monoteístas. Ello, no ha ocurrido; los acuerdos no se han ejecutado y el conflicto, abierto el 7 de octubre de 2023, mantiene pausadas las negociaciones, aún vigentes.
Como señalé en el Capítulo II de “2026”, la posibilidad que el conflicto palestino-israelí sea solucionado en el terreno es baja; en consecuencia, es posible que se vea una negociación impuesta por Trump a Netanyahu, con el acuerdo silencioso de los estados árabes.
¿Se hará esta negociación a costa de Irán? No es seguro, porque los iraníes han sido prudentes, pese a los daños sufridos por los movimientos terroristas “clientes” (Hamas y Hezbolá). Además, Irán ha mostrado alguna capacidad militar.
¿Incluirá esta negociación a los palestinos? Esta es una pregunta relevante; aunque los europeos parecen inclinarse por la creación de un Estado palestino paralelo a Israel, con Trump una Palestina independiente es incierta.
Paralelamente, se plantea la cuestión de los Santos Lugares. Trump buscará resolver esta cuestión entendiendo que, para que Israel tenga seguridad, hay que resolver la cuestión de Jerusalén. ¿Crear una ciudad internacional?, ¿establecer Jerusalén como capital de dos estados, un Estado palestino y un Estado israelí?
Y, si se quiere hacer un Estado palestino, ¿cuál sería su extensión? Un Estado palestino es inviable, pues la Cisjordania está llena de colonias israelíes y su ritmo de instalación ha aumentado el último año.
Dada la dependencia de Israel respecto de Estados Unidos, sólo Washington pueden imponerse sobre Tel Aviv.
¿Por qué razón Trump detendría el conflicto? Trump necesita que haya paz en Oriente Medio. Además, como señalé en el Capítulo II de “2026”, los países árabes no han tomado un partido práctico a favor de los palestinos[3] y mantienen su distancia respecto de Hamas y otros movimientos terroristas.
Trump es una oportunidad para encontrar una solución que será desequilibrada y que obedecerá al objetivo de lograr la paz en Europa y Oriente Medio.
Estados Unidos y China. Durante su primer gobierno, Trump definió a su principal adversario -China-, y su principal objetivo: que Estados Unidos vuelva a ser líder del mundo. En ello, se mantiene fiel a lo que no por ser una afirmación bipartidista deja de ser un imposible: garantizar la primacía estadounidense.
Estados Unidos no puede aceptar que China se convierta en la mayor potencia del mundo. Sin embargo, como señalé en el Capítulo II de “2026”, pese a las dificultades económicas y políticas, China se convirtió en la primera potencia comercial global, mientras registra avances en materia militar y tecnológica.
Sin embargo, cómo Xi Jinping ha reiterado, aunque China sabe que Estados Unidos es un adversario, su objetivo es que no haya guerra. Desde el siglo X, China no ha librado guerras de invasión, no es una potencia militar basada en la fuerza mecánica, sino una potencia comercial, fundada sobre su peso específico[4].
Mientras Estados Unidos se imponía por la fuerza, China se está imponiendo por medio del comercio. De allí, algunos autores recuerdan un diálogo en el que Xi Jinping habría dicho a Joe Biden: ¿por qué no aceptar que dos hiperpotencias no puedan llegar a un entendimiento en un mundo pluripolar?
Para Biden, representante del pensamiento geoestratégico estadounidense, esta idea era inaceptable. Sin embargo, Trump, es diferente porque es también un hombre de negocios y, como republicano conservador, no promueve las guerras[5]. Trump es un problema para Xi Jinping porque tiene frente a él, a alguien que no es el estadounidense clásico, y se acerca al estilo negociador chino.
Ello, no significa que el enfrentamiento chino-estadounidense no carezca de una dimensión militar. Los estadounidenses, tienen presupuestos militares que son 3 veces y media o cuatro veces más grande que el chino; por ende, aunque los estadounidenses son poderosos, los chinos pueden defenderse.
Trump elegirá estrategias de negociación, amenazas, y presiones, pero al final optará por volver a desarrollar Estados Unidos.
Ello, tiene una primera expresión en Taiwán que es una cuestión de reunificación nacional.
Hasta fines de 2026, los chips utilizados por los estadounidenses se fabrican en Taiwán, por lo que nadie quiere la guerra. Hasta entonces un conflicto en Taiwán es inconcebible. Lo interesante es que pasará después.
Puede suponerse que Trump ejercerá presión sobre los chinos para ponerlos en dificultades económicas y ello es posible porque China no es perfecta económicamente. Además, cuando Trump fue presidente, fue un buen tiempo económico para los Estados Unidos y para los estadounidenses (pleno empleo y baja inflación), con un cierre de fronteras para traer de regreso a las empresas expatriadas.
Estados Unidos y Europa. Cuando se considera a todos los estados europeos se advierte la profundidad de la vinculación con Estados Unidos.
Trump va a imponer mayores aranceles a los productos provenientes de Europa, excepto cuando esté interesado en una contrapartida de productos estadounidenses vendidos en Europa. Sus nuevos impuestos buscarán que las empresas europeas se establezcan en Estados Unidos en lugar de exportar desde Europa a Estados Unidos.
Esto ya ha comenzado con Alemania. Volkswagen anunció el cierre de fábricas en Europa y la apertura en Estados Unidos; los franceses también están empezando a cerrar fábricas de piezas automotrices.
Ello, es también fruto de una impreparación europea. Autoridades y empresarios se dan cuenta que el coche eléctrico en Europa va a costar cientos de miles de puestos de trabajo, lo que no se había advertido, pues nadie reflexionó sobre las consecuencias humanas y sociales de las decisiones que se tomaban sobre bases ecológicas.
Es posible que haya una llamada de los Estados Unidos de Trump para que industrias europeas se instalen en ese país. Igualmente, Estados Unidos va a poner barreras para promover el consumo y la producción propia en Estados Unidos.
El único medio de defensa de la Unión Europea es ofrecer un frente común, es decir, a que nivel los estados y de la Unión Europea haya unidad para de imponer impuestos equivalentes a los que pongan los estadounidenses.
Sin embargo, esta unidad es dudosa. Europa está fragmentada en tres partes: Europa del Norte, proestadounidense; Europa Central y la Comisión Europea más críticos, y los países de Europa del Sur. Ello, hace pensar que ante la posición estadounidense habrá diferentes posiciones europeas. Frente al darwinismo de Trump, ello será peligroso.
Además, Trump desnuda falencias nacionales, como la dependencia alemana del gas, originada en políticas medioambientales, o las dificultades francesas para equilibrar su comercio exterior, en circunstancias que Italia, país más pequeño, se ha convertido en el 4°exportador mundial.
En este sentido, Trump obliga a repensar los modelos europeos.
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[1] Ha abandonado las grandes avenidas proletarias y se ha perdido en los pequeños callejones identitarios.
[2]Gilpin, R. (1981): War and Change in World Politics. Cambridge University Press.
[3] Es destacable la diferencia entre las elites europeas y estadounidenses, particularmente las universidades, muy pro-palestinas y las elites de los países árabes que han declarado, pero no han actuado.
[4] Por comparación, desde 1945, los estadounidenses han librado 52 guerras.
[5] Prácticamente, todas las guerras estadounidenses del siglo XX fueron declaradas por presidentes demócratas.