Columna de Rafael Aldunate publicada en El Líbero.
La conclusión es clara: un Estado hipertrofiado, sectario y clientelista está restando a los chilenos mejores opciones en áreas esenciales como educación y salud. No es falta de recursos: los fondos existen. El problema radica en su mal uso, en la falta de profesionalismo y en la captura política del aparato estatal. El gasto público en nuestro país ha aumentado sostenidamente en las últimas décadas, impulsado por el gasto social, que se quintuplicó en términos reales entre 1990 y 2024, así como por un incremento del gasto en funcionarios.
No solo ha sido complejo, sino que inexplicable y abusivo, el boom del empleo público: la dotación creció un 57% en una década, los salarios en un envidiable 51% y los peculiares como antojadizos bonos suman US 900 millones en un año. Estas megacifras desequilibran y es un lastre económico de mayor cuantía y repercusión. Los funcionarios de la administración pública han aumentado casi cinco veces por encima de los empleados del sector privado en los últimos diez años; un 26,5 del PIB, es decir US 93.000, es el Presupuesto Nacional, el monto que refleja los recursos más gravitantes que dominan nuestro país.
Se cuestiona el tamaño del Estado, por su ineficiencia, el despilfarro o, directamente, el fraude. Reducir licencias médicas injustificadas, mejorar la gestión hospitalaria, promover compras públicas más eficientes o disminuir la evasión del transporte público son todas medidas insuficientes para apuntar a un mejor Estado, adicionando muchísimos despilfarros subterráneos, que con premeditación se infringen, de dineros que, al no tener dueños, la fiscalización más elemental, se pierde en un vertiginoso vacío. La exigencia es grande: un Estado incapaz de entregar servicios de calidad termina debilitando la legitimidad democrática.
El problema más dramático está en los ministerios que concentran casi la mitad del gasto del Presupuesto Nacional de US$ 9.000 millones de dólares. Educación absorbe cerca del 22% del Presupuesto Nacional y salud el 19%, sumando en conjunto más del 45%. Nunca se destinó tanto dinero a estos sectores y nunca los resultados fueron tan mediocres. En educación, Chile ha retrocedido en la mayoría de los índices, incluido la alteración del Simce, lo que evidencia un proceso de descapitalización del capital humano de renovación, aquí nace el retroceso de la productividad. Influyen un gremio docente obsesivamente alienado desvirtuando y trastocando su propósito de origen, la falta de foco en la sala de clases y la ausencia de evaluaciones rigurosas. Esta realidad se ha traducido lastimosamente creciendo la brecha tanto con la educación privada y mixta, que no solo la supera en calidad y desarrollo social como cognitivo, sino que es un importante ahorro para las deficitarias arcas fiscales, en consecuencia, una doble ganancia para el país.
En salud, la situación es aún más crítica. 30.000 personas mueren cada año por enfermedades que requerían cirugía oportuna, mientras 2,6 millones esperan por una consulta de especialidad (240 días promedio) y 390.000 cirugías permanecen pendientes (294 días). Estas cifras representan un drama humano inaceptable en un país sin guerra ni catástrofe de por medio que lo justifique. Lo más grave es que esta realidad no surgió de la nada: el gobierno actual aumentó el presupuesto, heredó mejores metodologías sí claro, restringió la participación del sector privado, empeorando la atención. Tomen una calculadora para dimensionar que el presupuesto fiscal en salud se agigantó en un 1.194% entre 1990 y 2020. Representando un 5.1% del PIB. Más vergonzoso con los inhumanos indicadores de más arriba. Como contraparte, si solo parte de ese dinero se le devolviera a la ciudadanía en bonos personificados de prestación asignados a opciones, habría definitivamente un mayor acceso a la salud privada con su eficiente red de clínicas y profesionales, constatados por estudios de mercado… La campaña contra las Isapres y su eventual abuso en sus planes médicos nació de la ambigüedad de la Superintendencia de Salud que nunca dictaminó y falló con claridad y determinación los alcances y límites de cobertura.
En la gran mayoría de los sectores, el mundo privado puede jugar un rol protagónico, ciertamente compitiendo y ante ámbitos sensibles como el agua y luz con un marco definido con las superintendencias, con precios regulados. Más ámbito a los privados y menos a un Estado definitivamente deficiente y de cuestionables prácticas a escala mundial.
Los privados han demostrado a escala internacional y Chile en particular que con su inventiva y a riesgo propio, captan en mejor forma las necesidades de los clientes. No perder de vista que por 100 que lograran en ventas, solo a lo más, logran marginar un 10% en utilidades netas promedio, post la absorción pasiva del 27% de sus utilidades por el Estado. Solo las empresas IPSA le recaudan al Estado US$ 9000 millones anualmente, más fuertes inversiones de alto valor tecnológico que les exige el mercado mundial. Solo por retratar un ejemplo representativo, las ganancias y aportes al fisco de Minera Escondida, al primer semestre sus ganancias netas alcanzaron a US$ 2.644 millones y los mencionados aportes al Fisco totalizaron un gravitante US$ 1.782 millones. El Estado solo recaudo sin ningún endeudamiento y compromiso.
Ante un inminente próximo gobierno de derecha, su vocación y compromiso debe volcarse a darles definitivamente más espacio al emprendimiento privado, en todos los sectores. Desde la privatización de empresas y servicios, a la concesión de no solo obras públicas, sino que servicios sociales, como la educación y la salud; mas arriba detallados sus crónicos incumplimientos gubernamentales, cualquiera haya sido los recursos aportados, por cuanto caen en un espiral de inutilización de nuestros recursos. Lo único que logran con el omnipresente Estado es crear clientelismo político, ahogarles ámbitos a los privados y perpetuar una casta de burócratas, con la obsesiva obcecación de ningunear al bienestar que provoca el crecimiento económico vía practicas dañinas como los excesos de regulaciones expresadas en la nociva e inconducentes despermisologias… anacrónicas y bloqueadoras regulaciones del Estado, contra las propias empresas chilenas, inexplicable, ¡no!