Carta abierta: reflexiones de septiembre

Hay días en la historia que parecen marcados. En ellos se reiteran sucesos, a veces trágicos, a veces esperanzadores. No es mi intención en estas líneas llamar a celebración alguna, en tanto entiendo que la fecha de hoy 11 de septiembre se asocia para muchos a situaciones extremas, dolorosas e injustas.

 

Así proceso, pues en general, no me alegro del dolor ajeno. Esta disposición, lamentablemente, se ha venido perdiendo en nuestra sociedad, donde todos los días se devoran vidas humanas por el gran público, que ante la primera duda y sin juicio posible, entierran trayectorias para purgar las frustraciones propias. Vaya entonces esta primera idea, que llama a ser claros pero moderados al momento de enfrentar las situaciones que vemos, de manera de ser justos y, a la vez, evitar que se terminen tapando quizá hechos más graves y urgentes, tras un circo de declaraciones.

 

Quiero entonces aprovechar Septiembre para reflexionar sobre lo que realmente importa, si queremos hablar de mes de la patria. No se trata sólo de recurrir a los trajes tradicionales, los bailes y la música para generar emociones, que en algunos casos se potencian con las hermosas vistas que empiezan a reaparecer en nuestra tierra, cuando no se ahogan en alcohol y desenfreno. La Patria, con mayúscula, es mucho más que eso. Es incluso más que -como decía quien murió poeta-, el olor de los campos o las cuadras de casa al trabajo y del mismo a casa. La Patria es una condición permanente que nos liga a una tierra, sus valores y a quienes la habitaron y habitan. El lugar de los padres, además, nos impone una de las más tangibles expresiones de lo que los cristianos llamamos prójimo, pues nos marca un deber de cuidado, misión conjunta y trabajo cariñoso, que va más allá de nuestras familias. Si por otro lado no construimos la idea de nación sobre la base de una raza, estas nociones son aún más claras, pues la Patria acoge.

 

Por ello, la Patria necesariamente acarrea una visión de nacionalismo, no chauvinista -lo nuestro es bueno o el resto es malo- ni menos beligerante. Al contrario, es un primer espacio de amor y cuidado mutuo, donde el respeto a todos y la lucha por evitar las separaciones artificiales, por ejemplo, en clases sociales indefectiblemente llamadas al conflicto, son el primer paso. Qué pensar entonces de quienes alientan artificialmente conflictos, para adoptar en ellos posiciones oportunistas, con ánimo electoral. Sobran palabras.

 

Luego, la Patria que se funde con nuestros valores y expresiones culturales, que incluyen las leyes que las autoridades deben hacer cumplir -incluyendo el irrestricto respeto a los derechos humanos-, nos permite abrimos al mundo, el que así se hace más variopinto y diverso.

 

Confío que estos días ayudarán a recuperar estos elementos de unidad que buscan reforzar mis palabras. Incluso, si sólo sirven para revalorar trajes, bailes y celebraciones, en la medida que ello sea un inicio del camino de reencuentro, lo celebro. Pero la Patria es más que un mes y, en cuanto no recupere un rumbo conocido en beneficio de todos y sobre valores comunes -pues hoy navega a la deriva-, seguirá herida y lamentablemente esperando quizá un nuevo dolor. Debemos trabajar para que ello no ocurra, en democracia, con diálogo, inteligencia y honestidad.

 

Felices fiestas,

 

Víctor Manuel Avilés H.

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