[COLUMNA] Programa presidencial de las izquierdas: los mismos errores

Columna de Rafael Aldunate en El Líbero

 

Nos adentramos en los ilusionantes programas. Aquellos que esencialmente van a la caza de los electores, dirigidos a los de menor acceso a la información y a los más vulnerables. Demasiados votantes estiman que vía transferencias del Estado lograrán solucionar sus más apremiantes necesidades. He allí el demagógico y artificioso enganche con el Estado proveedor y la incubación del socialismo de Estado, proveedor ineficaz y dominante.

 

Pues bien, ya los programas de los candidatos oficialistas ponen acento en generosas dádivas, como un sueldo mínimo de $730.000 e indemnización a todo evento. Pero, económicamente esto tiene altos costos, como hipotecar las pymes, cronificar el empleo informal, agudizar el déficit fiscal, ahuyentar las iniciativas personales y provocar inflación, por cuanto la productividad individual está bajo el rendimiento de esos sueldos.

 

Adicionalmente, se comprometen avanzar en la obsoleta negociación ramal, aplicando el criterio de sindicatos horizontales que impondrían su criterio a todo sector industrial, ajenos a la realidad de cada empresa, provocando costos laborales desde una imposición por terceros y lejos de la realidad que advierte que, década a década, se han ido extinguiendo los sindicatos.

 

Nuevamente han declarado eliminar las AFP, reviviendo el desconcierto, debilitando el imprescindible mercado de capitales y fomentando la informalidad laboral.

 

Leer estos programas es retroceder al principio de lucha de clases de la época del gobierno de Allende, al cual admiran. Imponer dictámenes cuya artificialidad y falta de sustento provocan a la vuelta de un año desequilibrios económicos que pagan exactamente a los que quieren beneficiar. Son políticas de distribución de rentas y no de fomento de la inversión, sesgadas y agravadas por la tendencia de sus primarias, con aires de PC.

 

También promueven un alza de impuestos, particularmente el patrimonial, desentendiéndose de que los más ricos son los que tienen la solvencia y capital para que sus ahorros se transformen en inversiones en mayor escala. Como sostenía Milton Friedman: “No restéis de forraje a tus mejores vacas lecheras, dadle más pasto y te retribuirán en mayor proporción”.

 

Tampoco pretenden reducir los impuestos corporativos –los que han tenido la mayor progresión dentro de los países OCDE–. Con tal de evitar el estigmatizado lucro están dispuestos a soportar la mala administración estatal y sus despilfarros en todos los sectores, uno a uno, por cuanto no hay actividad que demuestre eficiencia o mayor retorno que su símil privado. Expresión de la realidad reciente, por las licencias médicas, el Fisco (nosotros) ahorraría la impresionante magnitud de US 1.400 millones en dos años, si el ausentismo fuese equivalente al sector privado.

 

Pierden de vista algo esencial, es su propia plata la que exponen los privados, si les va mal o bien es un veredicto del mercado; la utilidad es la última línea del obligado balance. Post ingresos por sus ventas hay que financiar la planilla laboral, todos los proveedores, las indispensables innovaciones, los costos financieros y, antes de retener sus potenciales utilidades, primeros en la lista de distribución está el socio pasivo: el Estado, vía impuestos directos de un 27%, que culminan con otras erogaciones como las cotizaciones previsionales, impuestos específicos al combustible y varios etc.

 

El 80% de los mayores recursos fiscales provienen del crecimiento económico, lapidaria data para inhibir el incremento de las tasas tributarias, recursos que proceden de la actividad privada, una vez más.

 

Estos mismos programas presidenciales oficialistas no son creíbles en los álgidos temas de seguridad e inmigración por cuanto luego de haber activado las pulsaciones de la violencia social, ¡que no se gatillan por sí mismas! No tienen verosimilitud. La variedad de los proyectos de seguridad presentados por el gobierno y la oposición en el parlamento fueron boicoteados una y otra vez por los aliados del propio Ejecutivo, específicamente por el PC y el Frente Amplio. Y respecto a la inmigración, hasta la fecha los siguen considerando con derechos legalizados a beneficios, antepuestos a los propios chilenos y faltando a la verdad sobre las cuantiosas cifras de ingresos formales y clandestinos.

 

La moralidad ha sufrido una grave depresión social, y será una tarea titánica para los próximos gobernantes erradicar la incultura del incumplimiento y del no pago fomentada por la izquierda, fracturando nuestra capacidad de cumplimiento y provocando rezagos económicos que restan certidumbre a los flujos de pagos, hasta hacer inviables actividades económicas y gravando aún más al Fisco. Esto se refleja en un porcentaje de evasión del 40% en los buses urbanos, créditos estudiantiles con morosidad cercana al 50%, evasiones del TAG crecientes debido a la debilidad jurídica, poniendo en peligro las concesiones. Factores que los políticos de izquierda, con su generosidad electoral, contribuyen a multiplicar, generando déficits fiscales a costa de la actividad privada por antinomia.

 

La derecha en lo sustancial pide lo que es inherente de una sociedad: seguridad, estabilidad y libertad, y descansa en estos pilares para que las personas imaginen y creen sus vidas. Tanto se ha retrocedido en ello que en la última encuesta CEP el desarrollo económico ha sido catalogado como la primera prioridad con un inusual 44%, que refleja un incuestionable vacío en los elementos esenciales citados para recuperar lo esencial del convivir, y la derecha indiscutidamente tiene las mejores credenciales del crecimiento sostenido y compartido.

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